La Lic. en Nutrición Noelia Giorlando describe en mdzol.com el efecto causado por el fenómeno de la conexión virtual y la ingesta de comida.
 La comunicación ha cambiado y eso ya es un hecho, vivimos entre dos mundos: el real y el virtual, incluso más dentro del universo aparente, divergente y efímero de las conexiones. Hoy existe gran porcentaje de niños y adolescentes que pasan la mayor parte del día frente a las pantallas, interactuando, navegando, de manera implícita o explícita, activa o pasiva, en un cosmos con infinita información, lejano, sin contacto real, pero con miles de millones de miradas, que observan y son observadas. Este fenómeno ha promovido dos de los grandes males de nuestros tiempos: la soledad y los problemas alimentarios.
La comunicación ha cambiado y eso ya es un hecho, vivimos entre dos mundos: el real y el virtual, incluso más dentro del universo aparente, divergente y efímero de las conexiones. Hoy existe gran porcentaje de niños y adolescentes que pasan la mayor parte del día frente a las pantallas, interactuando, navegando, de manera implícita o explícita, activa o pasiva, en un cosmos con infinita información, lejano, sin contacto real, pero con miles de millones de miradas, que observan y son observadas. Este fenómeno ha promovido dos de los grandes males de nuestros tiempos: la soledad y los problemas alimentarios.
El sedentarismo y los estímulos visuales constantes y provocadores sobre la comida, incitan públicamente a construir ideas falsas, asociando estados emocionales positivos y alimentos placenteros, sobrevalorando el placer y las recompensas comestibles: pantalla y comida liberan grandes cantidades de dopamina creando una dependencia casi adictiva a ambas cosas. Pero lo que es aún más preocupante es la desconexión humana y emocional que muchos niños experimentan al pasar gran parte del día sin contacto real, ese adormecimiento de lo que sienten, aumenta la falta de autoconocimiento y registro de sus propias sensaciones entre ellas, las corporales y las emocionales.
Al no ser reconocidos (mirados y escuchados) por otro ser humano, las redes sociales y las pantallas son muchas veces un refugio, que causa el peor de los males, la desconexión con uno mismo. Frente a la ausencia de registros, la comida se convierte en una respuesta externa pero accesible, que intenta llenar un vacío interior, navegar en busca de una identidad y crear una necesidad sin fin, con enormes escalas de ansiedad y angustia, hambre emocional y bajo reconocimiento del hambre, el deseo y la saciedad hacia los alimentos.
Ser, tener, comer y mostrar son cuatro aspectos que interactúan entre sí, se retroalimentan en un constante espiral de soledad, de desvinculación emocional y problemas alimentarios. El control de las pantallas se convierte en un mensaje de amor y de reconocimiento necesario, donde lo real es necesario para el auto reconocimiento y propio cuidado.
 
                
 
                                    