jueves, abril 25, 2024
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Son y rumba en La Habana

Mi primer viaje a Cuba fue en 1990, poco después de la caída del Muro de Berlín, la diáspora de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y, consecuentemente, el cese de la ayuda económica a la isla ya cercada y condicionada por el bloqueo impuesto por los Estados Unidos.

Comenzaba el llamado “período especial”, eufemismo para designar uno de los momentos más difíciles que le tocó sobrellevar al pueblo cubano, con escasez de alimentos, medicamentos e insumos para las actividades esenciales, como el petróleo, por ejemplo.

Luego volví en 2003, cuando la situación ya había mejorado sustancialmente, en comparación con lo que había visto antes, y el turismo brindaba un derrame económico hacia sectores de la población ligados a la actividad. Si bien dejaba afuera de esa mejor situación a amplios segmentos de la población, ya los cubanos eran beneficiados por el “efecto rebote” de las mejoras.

Y este mes pisé “la mayor de las Antillas” por tercera vez, con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con EE.UU., el vecino que tienen a 90 millas de sus costas, el eterno enemigo, el del bloqueo que lleva más de medio siglo y que ahora se prepara para “invadir” la isla con cruceros y aviones, repletos de turistas, y comercio bilateral, cuando el Congreso estadounidense consiga darle a Barack Obama el apoyo para desbloquear esas relaciones.

Vivencias habaneras
Hoy me voy a referir exclusivamente a la capital de Cuba, La Habana, la ciudad de las columnas al decir de Alejo Carpentier; esa del legendario Malecón, el hotel Nacional y la plaza Copelia, donde locales y visitantes hacen largas colas para saborear cremosos y dulces helados de esa marca.

La de los antiguos autos Chevrolet, Pontiac, Ford, que quedaron de la época previa a la Revolución y que hoy, reconvertidos en auténticas piezas de colección, ofician de taxis.

La Habana que muestra las profundas reformas que ha introducido Raúl Castro, en una etapa posfidelista que los cubanos en general aplauden, apoyan y agradecen. La de los “cuentapropistas”, una nueva clase social que ya abunda y se expande en “paladares”, restaurantes familiares que ofrecen la típica comida casera en las tradicionales casas de los mismos cubanos; en alojamientos también familiares, en los hogares de los habaneros acondicionados para dar albergue a los miles de visitantes que exceden la capacidad hotelera, y en los mencionados taxis que se suman a la oferta de los “oficiales”, pero son el “rebusque” de muchos que cuentan con un auto particular.

Estas y otras actividades, antes “ilegales” y hoy permitidas y regladas por el Estado, les permiten a los cubanos redondear una entrada más holgada que el promedio de salario mensual, unos 15 dólares.

Si se me permite una sugerencia, especialmente si es la primera vez, yo comenzaría un viaje a Cuba por La Habana, con toda la energía y la ansiedad propias de un viajero, para gastarlas en recorrer sus calles, la Habana Vieja y la Nueva, sus plazas y museos y dejarse llevar por la cadencia de sones y rumbas que escuchará a cada paso. Y reservaría unos días para visitar las playas cubanas, de las mejores del Caribe, en los cayos o en Varadero.

Si organiza así su viaje y desembarca en el Aeropuerto Internacional José Martí, de La Habana, se encontrará con una ciudad inolvidable, abarcable, a escala humana y factible de ser conocida, al menos en lo imperdible, en tres días.

Así, descubrirá La Habana colonial, con sus casonas y palacetes de altos pórticos y ventanales, para permitir la entrada del aire, y sus hermosos patios interiores.

Los edificios de estilo barroco, como la Catedral y el Palacio de los Gobernadores, del siglo XVIII; el clasicismo que se impuso en el siglo 19, y el art nouveau y art decó del siglo 20, en una impresionante muestra de eclecticismo arquitectónico.

Una caminata necesaria es alrededor de la Plaza de Armas (1519), la más antigua, donde además de la estatua de mármol blanco de Manuel de Céspedes, considerado el padre de la independencia cubana, podrá ver de un lado el Castillo de la Real Fuerza, la primera fortaleza; el Templete con la ceiba histórica, lugar donde se fundó la ciudad, y el Palacio de los Capitanes Generales, de arquitectura barroca. Pero lo distintivo de ese paseo son los vendedores de libros usados, entre los que abundan desde los referidos a la Revolución y sus líderes, Fidel Castro, el Che Guevara o Camilo Cienfuegos, hasta textos de arte, poesía, historia y hasta nuestra querida Mafalda.

Desde esa plaza, lo mejor es caminar adentrándose por las callejuelas empedradas sin rumbo fijo, dejándose sorprender por los cada vez más numerosos edificios históricos recuperados y puestos en valor, algo que me sorprendió mucho al comparar lo que había visto en mi anterior visita.

Con ese plan, descubrirá el hotel Ambos Mundos, donde solía escribir Ernest

Hemingway, en la esquina de Obispo y Entrada de Carruajes, y tomarse un “tinto”, café fuerte y corto, mientras escucha al pianista del lugar; el Café Europa, en la esquina de Obispo y Aguiar; la Bodeguita del Medio, a media cuadra de la Catedral, o El Floridita, ambos también famosos por la frase que acuñó Hemingway: “Un mojito en la Bodeguita y un daiquiri en El Floridita”.

Un poco más allá, fuera de La Habana Vieja, le esperan el Hotel Inglaterra, el Teatro García Lorca y el Capitolio, con su cúpula hoy en obras, frente al hermoso Parque Central, uno de los centros neurálgicos de la capital cubana.

Y así, entre sones, rumbas y merengues que se repiten a la vuelta de cada esquina, a cargo de grupos de músicos callejeros que, cuando se enteran de que somos argentinos, mutan en el acto hacia el Hasta siempre comandante, de Carlos Puebla, podrá saborear el mejor mojito de La Habana, en el bar del Hostal de los Frailes, calle Teniente Rey, entre Mercaderes y Oficios.

Datos
Nombre oficial: República de Cuba.

Capital: La Habana.

Gobierno: república.

Población: 11.300.000 habitantes (2004).

Superficie: 110.922 kilómetros cuadrados.

Idioma: español.

Moneda: peso cubano.

 

Fuente: La Voz del Interior – http://www.lavoz.com.ar/mundo/son-y-rumba-en-la-habana


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