“Está muriendo”, dijo el especialista que estudió con detalle el caso del San Antonio que desde más de 100 años abraza a la comunidad de la Escuela Sarmiento. Tras escuchar el diagnóstico, directivos, docentes, alumnas, egresadas y padres resolvieron tomar el camino más largo y también el más difícil: intentar salvar mediante una poda radical al árbol que echó profundas raíces en el patio y también en cada uno de los corazones que laten al ritmo de la institución educativa que depende de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).
Para despedir -y agradecer- al San Antonio antes de empezar su proceso de curación, durante esta semana todos los grados posarán junto al árbol para que un fotógrafo profesional tome la tradicional imagen en el patio de la Escuela. Las alumnas de 11° grado, por otra parte, harán el jueves a las 17 una mateada colectiva bajo el árbol a modo de homenaje y las egresadas se reunirán el próximo viernes, a las 14.30, para reencontrarse bajo sus ramas para iniciar una colecta.
“Pensamos también en la posibilidad de reunir a todo el personal e invitar las jubiladas a sumarse”, añadió Marcela Estrada, vicedirectora y egresada de la Escuela, quien anticipó que está previsto realizar una publicación que repase la historia de la institución a la sombra del San Antonio. Una vez finalizada la compilación saldrá a la venta para solventar parte de los altos costos que demandará el proceso.
Las autoridades de la Sarmiento notaron que algo andaba mal cuando el San Antonio empezó a perder hojas de manera excesiva. Luego de consultar a varios especialistas, todos los caminos condujeron hasta el ingeniero Daniel García Paulucci, un experto en silvicultura de la UNT, que concluyó que el árbol padecía necrosis, es decir, la muerte de células y los tejidos de su tronco, ramas y hojas debido a su avanzada edad.
«Hay signos inequívocos de necrosis en el tronco. Hay que aliviarlo del peso de sus ramas con una poda radical y con nutrientes que lo alimenten para el rebrote, si es que logramos que rebrote», propuso el García Paulucci, quien ilustró, además, que en la Plaza Independencia y en la Quinta Agronómica se encuentran otros San Antonio plantados por el mismísimo Miguel Lillo hace más de cien años.
“Jamás un ornamento ha sido necesario en el inmenso patio al amparo de su fortaleza. ¿Habrá sido joven alguna vez? ¿Habrá alguien que pueda recordarlo pequeño? ¿O imaginarlo débil? ¿O envejecido? ¿Cuántas personas habremos crecido, transitado, jugado, abrazado, llorado, cantado, discutido, celebrado, pensado, soñado a la sombra del San Antonio? ¡Qué natural fue creerlo tan propio…tan eterno! Hoy las ramas se deshacen de sus hojas para soportar el peso de los años, para juntar fuerzas… y vamos a ayudarlo”, escribió la vicedirectora de la Escuela en un mail que por estas horas circula por toda la comunidad sarmientina, que demostró estar dispuesta desde el primer momento a salvar al emblema de la institución, que durante tantos años le sirvió de cobijo.
