Estaba solo con su hijo, discapacitado, en una sala velatoria. Abrigado para combatir el frío invierno del norte mexicano. A un costado, el féretro con su esposa. No había nadie más. No tenían plata ni siquiera para comprar una flor. Pero eso cambió.
“Don Ramón no tiene a nadie. Ni dinero. Así que no tienen ni café, ni pan, ni una flor. Me da tristeza”, escribió una mujer que vio la escena, la fotografió y la compartió en las redes sociales. Allí estaba Ramón Cibrián Casas velando, sólo con su hijo, a su mujer, María Asunción Esparza Martínez, quien había fallecido por complicaciones en los riñones.
La imagen rápidamente llegó hasta cada rincón de la comunidad de la ciudad de Saltillo, en el estado azteca de Coahuila, y lentamente, el panorama desolador comenzó a cambiar.
No faltó nadie
Todos los vecinos, hasta aquellos que no los conocían, se acercaron para acompañar a la familia en tan duro momento. Los primeros en llegar fueron los policías municipales. “Nos dolió verlo solito, nada más con su hijo. Primero llegamos nosotros y después, desconocidos y familiares que se enteraron por las redes sociales”, comentó el oficial José Guzmán Rojas.
Poco después, una vecina llevó ropa para vestir a la difunta y otros aportaron flores. Eso no fue todo, también recolectaron el dinero necesario para pagar los gastos del servicio y el ataúd.
Gracias a estos apoyos, don Ramón ya no estuvo solo. La vecindad completa se acercó y le puso el hombro en tan difícil momento que permitió que, antes del entierro, Esparza Martínez fuese llevado a la Iglesia del Refugio para realizar una misa de cuerpo presente. Luego, el féretro fue trasladado hasta el municipio de Arteaga, donde el matrimonio había vivido durante 40 años.
“Se los agradezco de todo corazón, cuando más solos nos sentíamos nos llegó más gente”, respondió el hombre ante tanto cariño.